martes, 11 de enero de 2011

OTROS TEXTOS (1): NAVIDAD EN LAS ARENAS

Estimados señores y señoras del autoproclamado Primer Mundo:

Yo nací de madrugada, un 25 de diciembre de hace 12 años. Aunque para mi no tienen ningún significado especial, se que vosotros sufrís una gran transformación cuando llegan estas fechas y que este día concreto (al que llamáis Navidad) y su víspera (conocida como Nochebuena) os reunís en familia y os dedicáis a cantar villancicos y a comer copiosamente. Mientras eso ocurre en vuestros hogares olvidáis que, en ese preciso instante, hay gente que duerme en la calle y pasa frío, sin ni siquiera tener un mendrugo de pan que llevarse a la boca, sin fuerzas para cantar aunque les encantaría hacerlo. Y todo esto sucede año tras año en un marco religioso aunque notablemente alejado de la celebración original, y sobre todo en el contexto de un ambiente lucrativo y ostentoso dominado por el capital y por poco sutiles operaciones de marketing a gran escala. Hacedme caso, os recomiendo encarecidamente un cambio de denominación que haga justicia con el significado real de estas fechas. Como sugerencia os propongo llamarla Hipocresía, ya que es la palabra a mí me ha parecido más adecuada de las que he encontrado en el viejo diccionario de español de época colonial que aún se conserva por aquí, o al menos así lo vemos desde nuestra perspectiva de territorio tercermundista.

He nacido en un territorio muy grande, antes conocido como Sahara Occidental o Sahara Español, y la mayoría de vosotros lo conoceréis por las noticias de los telediarios o por el Google Earth pero probablemente nunca hayáis pisado esta tierra. A diferencia de vosotros, yo no tengo aun país oficialmente reconocido por la ONU, aunque no por eso dejo de sentirme orgulloso de ser un niño de la Republica Árabe Saharaui Democrática. Vuestros abuelos seguramente recordarán la época en que el Sahara Occidental fue una colonia española. Ahora el gobierno de ese país nos ha dejado abandonados a nuestra suerte frente a las pretensiones de nuestro país vecino.

En nuestro campamento no se celebra la Navidad, como bien podéis imaginar, pero eso no significa que no tengamos cosas que celebrar…hoy mismo he celebrado yo mi cumpleaños y mañana esperamos ansiosamente la llegada de nueva ayuda humanitaria y sobre todo estamos deseando que comience el festival de cine que, desde hace varios años, y gracias al apoyo solidario de algunas personas comprometidas con nuestra causa, consigue hacernos llorar y reir con la proyección de películas inolvidables.

Los niños saharauis sabemos disfrutar de las cosas sencillas que la vida nos regala sin coste alguno, como los hermosos atardeceres del desierto y ese espectacular cielo estrellado, y cómo no, de la amistad de los otros niños y del amor incondicional de nuestros padres y familiares. Eso que vosotros llamáis espíritu navideño y que parece poseeros en estas fechas –y sólo en estas fechas para desaparecer súbitamente de la misma manera que aparece- resulta que a nosotros nos invade todos los días de nuestra existencia, sin necesidad de recurrir a la llegada de una época concreta en la que supuestamente hay que comportarse amistosamente y practicar en grandes dosis la generosidad.

Por este parte de La Tierra vuestros ansiados Reyes Magos de Oriente, en su caminata hacia el mundo Occidental, pasan de largo y se olvidan de dejar regalos a los niños porque nadie les ha mandado la carta de encargo. O a lo mejor es porque somos niños de segunda categoría…Afortunadamente, hasta el momento estamos a salvo de la vorágine consumista navideña que os esclaviza irremediablemente. A nosotros los bancos no nos roban dinero porque sencillamente no tenemos dinero que ingresar en sus arcas.
En el Sáhara los niños no tenemos acceso a Internet ni cuenta de Tuenti ni teléfonos móviles. Sin embargo nuestro entramado social y nuestros vínculos son más fuertes que nunca y los amigos son amigos de verdad, de carne y hueso, que no escriben en su muro ni comparten enlaces ni etiquetan fotos en su último álbum subido al Facebook. Nosotros pintamos y escribimos en los muros que otros han levantado para cercarnos y en vez de enlaces y fotos compartimos lo poco que tenemos sin perder la ilusión por un mundo mejor.

Os deseo lo mejor para vuestras vidas y que podáis vivirlas en libertad. Yo mientras tanto seguiré soñando con ella. Ahora os tengo que dejar, me voy a volar las cometas con mis amigos.

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