miércoles, 22 de diciembre de 2010

RELATOS (1): ...POR EL CAMINO QUE LLEVA A BELÉN...

Eran las 9 de la noche del día 24 de diciembre (también conocida popularmente como Nochebuena) y yo me encontraba en la puerta del Hospital Reina Sofía. Acababa de despedirme de mi tío, ingresado esa misma mañana por problemas de insuficiencia respiratoria. A pesar de su enfermedad, no se encontraba tan mal como para necesitar a alguien a su lado esa noche, y de hecho no me dejó ni siquiera intentarlo. Estaba claro que pasaría la Nochebuena en régimen de alojamiento con todos los gastos pagados. Dado el carácter netamente familiar de esta noche (por voluntad real o por inercia, más bien diría yo por esta última causa), a dicha hora los transportes públicos desaparecen como por arte de magia, así que tuve que afrontar con decisión y entereza la larga caminata (aproximadamente una hora a un buen ritmo) que tenía por delante para llegar a tiempo a cenar con mi familia. Pasear, dicho sea de paso, siempre me ha encantado, pero resulta que ese invierno era uno de los más lluviosos de la década. Por la mañana, no obstante, hizo un tiempo bastante soleado, pero yo estaba al tanto de las previsiones meteorológicas y salí de casa con el paraguas (aunque todos sabemos, por experiencia, cuán inútil puede ser este artilugio y cuán fácil terminar completamente empapados con cara de gilipollas bajo un fuerte aguacero paraguas en mano). A los diez minutos de comenzar mi paseo me deshice de él tirándolo al primer contenedor que me encontré, se había jodido por el viento, y además la lluvia caía con tal fuerza que ya era imposible mojarme más. Como bien pueden imaginar, durante mi trayecto apenas me encontré con gente que estuviera en mi misma y absurda situación y así durante la práctica totalidad de este recorrido urbano navideño. Transcurridos unos cincuenta minutos llegué al edificio donde vivía y me disponía a abrir la puerta cuando, por sorpresa, apareció alguien por detrás que me dijo: “yo no le recomiendo que entre, no creo que le guste lo que va a encontrar”. Pronunciadas estas palabras, mi ansiedad y desasosiego fueron creciendo, al fijarme en el aspecto del personaje que tenía enfrente de mí. Me sorprendió ver las luces apagadas, no sólo las de mi piso sino las de todo el bloque. Estaba seguro que algo terrible había ocurrido allí durante mi ausencia, y en ese momento el oscuro personaje, vestido con túnica y capucha negra, y con el rostro invisible, volvió a dirigirme la palabra, esta vez en éstos términos: “muchacho, ya nada puedes hacer por tu familia, están TODOS muertos”. No podía ser cierto lo que me estaba ocurriendo, quería pensar que todo era una pesadilla…que era víctima de una macabra broma o que, debido a la fiebre y a la incipiente pulmonía que estaba incubando me había invadido un horrible delirio… Antes de marcharse, el extraño personaje me dijo que mi única opción para seguir vivo era que continuara mi marcha sin parar en toda la noche. Y así lo hice, sin pensármelo dos veces inicié mi camino sin rumbo fijo, el camino se fue haciendo al andar. Una hora antes de amanecer empezaron a caer algunos copos de nieve, al principio tímidamente, para después transformarse en una intensa nevada, la mayor de las pocas que yo he conocido. Cuando por fin aparecieron las primeras luces del alba por el horizonte me detuve a contemplar el paisaje, que era de una belleza infinita, y a mí sólo se me ocurrió descalzarme y caminar sobre la nieve, a pesar del frío de la mañana, sentí la necesidad imperiosa de estar en contacto directo con la Madre Tierra. Después de un rato de dedicación a esta inusual actividad matutina (desde la perspectiva de la mayoría de la gente), me desnudé y me di un baño en las gélidas aguas del Río Guadalquivir, con la sola compañía de un bando de patos que andaban por allí…estaba hecho polvo y medio muerto pero al mismo tiempo nunca antes me había sentido más vivo que aquella mañana. La noche de Navidad la pasé ingresado en el mismo hospital donde acudí con mi tío la mañana anterior, y por casualidades de la vida, en la misma habitación, pero eso ya es otra historia…

No hay comentarios:

Publicar un comentario