miércoles, 1 de enero de 2014

2013: UNA ODISEA DE LA TIERRA (I)

Aunque parece inspirado en una famosa novela de ciencia ficción (y su respectiva adaptación cinematográfica) en realidad el título de esta entrada viene a resumir perfectamente la aventura a la que me he enfrentado el año que acabamos de despedir. La vida en la Tierra es una odisea siempre pero algunos años lo es más aún si cabe. El 2013 ha sido un año bastante duro y complicado, por muchas razones, pero sin duda también me ha traído gratas sorpresas y recompensas. Estas últimas me han permitido lidiar la batalla y salir airoso de la zozobra reinante en un año marcado por la sombra de una crisis económica cuya realidad sigue siendo tristemente noticia, aunque nuestros gobernantes nos quieran vender la moto de la recuperación económica y de la salida de la misma.

Parte I: lo negativo.

El año empezó con unos meses de mucho estrés y agobio, tanto en el ámbito laboral como en el familiar. Me dejé la vista analizando y describiendo los caminos y fuentes públicas del término municipal de Córdoba, a la espera de que se sacara a concurso un importante proyecto promovido por el ayuntamiento de dicho municipio. De su adjudicación dependería la suerte de la empresa y por ende la mía (y la de mi compañero de trabajo). Desgraciadamente dicho proyecto quedó congelado y esto supuso que, solo cuatro meses después de mi reincorporación al trabajo, se produjera mi despido (el segundo y definitivo, el primero fue a finales de 2011, estuve casi un año parado para encargarme de cuidar a mi abuela, con demencia y encamada). Después de varios meses de trabajar a la espera de la citada adjudicación salvadora, en julio tuve que tomar la decisión de abandonar mi situación de irregularidad y dejar de trabajar sin remuneración (esta llegaría en cuanto la empresa tuviera la suficiente liquidez y solvencia). Un parado más en la triste estadística española (27,6%). Probablemente esta situación tuvo que ver en el problema de salud que tuve a finales de enero, en concreto estuve con una hemorragia interna durante una semana (no era la primera vez y por eso no me acojoné demasiado, sabía que sería algo pasajero) y con fuertes dolores de estómago. Con este antecedente y una pequeña anemia reflejada en la analítica que me hice me hicieron una endoscopia y me encontraron una úlcera duodenal. Recientemente, después de perder varias citas del especialista de Aparato Digestivo durante el verano, por fín descubrí que me salió positiva la prueba de la ureasa y que mi úlcera estaba asociada a la presencia de la bacteria Helicobacter pilorii. Para su erradicación he tenido que tomar durante 10 días varios antibióticos. A principios del año 2014 me harán la prueba correspondiente para comprobar el éxito en dicha erradicación.

Por otro lado, a principios de año, después de varios meses de briega con abogados y procuradores (con el astronómico gasto correspondiente), y de idas y venidas a las casas de los familiares herederos de la herencia de mi abuela, por fin se consiguió el auto de declaración de herederos y podemos pasar al siguiente asalto en esta historia interminable: la firma de la escritura de aceptación de herencia por parte de mi madre, de mi hermano y mía y de renuncia por parte de dichos familiares (dos hermanas, tres sobrinos y dos sobrinas). 

Atrás quedaron muchos berrinches y discusiones en mi casa por culpa de toda la mierda que hay en torno a estos asuntos hereditarios, pero aún no había terminado aquí nuestro drama. ¿Por qué digo esto? Bien, la renuncia de estos herederos a su parte proporcional del 50% del piso (mi abuela no dejó dinero en su cuenta corriente, bueno sí, -21 euros), concretamente del piso en el que hemos vivido prácticamente toda la vida mis abuelos, mis padres y mi hermano y yo, era en su mayoría desinteresada. Y así lo creíamos ilusamente –así nos lo hicieron creer en un principio, antes de empezar a mover la maquinaria legal para conseguir el 100% de la propiedad- ya que uno de los sobrinos, de cuyo nombre no quiero acordarme, dejó bien claro durante el proceso previo que su renuncia ante notario estaría supeditada siempre al cobro del 6% que le correspondía en la asignación de bienes (para que os hagáis una idea, unos 4700 euros). 

Acabado el proceso notarial, esta sanguijuela se puso en contacto telefónico conmigo y le comenté que estábamos a la espera de saber si nos habían aceptado la propuesta de pago aplazado de la importante cantidad que teníamos que abonar a la Consejería de Hacienda de la Junta de Andalucía (un atraco a mano armada sustentado en el Impuesto de Sucesiones y Transmisiones) y quedamos en volver a hablar del tema pasado un tiempo. 

Sin previo aviso, esperando una segunda llamada –quizás mi error fue no haberle avisado de cómo quedó el aplazamiento en el mismo momento de recibir las cartas oficiales- recibimos en nuestro domicilio una carta dirigida a mi madre y firmada por un abogado. Imaginad cómo se te queda el cuerpo cuando recibes una carta en la que se te advierte que si en el plazo de una semana no nos ponemos en contacto con su cliente para solucionar amistosamente la reclamación de la cantidad antes indicada –esto quedó por escrito en un contrato privado firmado entre mi madre y él en enero del pasado año-, procederían a demandar a mi madre, y esto implicaría tener que acudir a juicio. Ya le había advertido a este familiar que nuestra situación económica era bastante delicada con la intención de que recapacitara acerca del cobro de la cantidad requerida pero es que en ese mismo momento aún se había agravado: yo ya tenía bastante claro que no volvería a reincorporarme a mi empresa en la que había trabajado casi 7 años y que tardaría bastante en poder cobrar lo que se me debe (unos 6000 euros), y para más inri mi hermano también estaba en paro y con escasos visos de trabajar en un futuro próximo. El caso es que a pesar de todo esto, en la reunión que tuvimos con él en el despacho de su abogado y no aceptaron nuestra propuesta de pago diferido con cantidades pequeñas, así que nos vimos obligados a modificarla en parte, teniendo que abonar, de un día para otro, la cantidad inicial, a modo de señal, de 2000 euros, de lo contrario nos demandaría. Y del mismo modo nos dejaron claro que si cualquier mes no se le hiciera el correspondiente ingreso en el plan de pago previsto nos demandarían sin ningún tipo de contemplación. 

Vamos, como podéis comprobar, una auténtica sanguijuela, que en los años de enfermedad de mi abuela (su tía) ni siquiera se dignó a pasarse a verla o a llamar por teléfono a preguntar por su estado…Afortunadamente tengo una buena amiga que me ha echado una mano, y de este modo, después de unas llamadas telefónicas, pudimos conseguir la cantidad requerida (mi hermano también tuvo que recurrir a un amigo suyo). Le estoy eternamente agradecida por su ayuda, y ella me ha manifestado también su agradecimiento por el apoyo que en su momento le presté cuando pasó por malos momentos, no es necesario que de aquí nombres y apellidos aunque no me importaría hacerlo. 

Salvando las distancias, nos vimos metidos en un aprieto parecido al del protagonista de la película de Frank Capra “¡Qué bello es vivir!”, en el que cuando más lo necesitaba y más hundido estaba se produce milagrosamente la respuesta solidaria de la gente del pueblo a la que de alguna u otra manera ayudó a lo largo de su vida. Ahora nos preocupa el no poder afrontar, además de los pagos mensuales que nos quedan a lo largo de un año y pico para saldar la deuda, hay que hacer frente de un pago mensual de unos 600 euros en calidad de impuesto de sucesiones y donaciones (pago aplazado) y de plusvalía (en este caso es un impuesto municipal). Durante este tiempo los ingresos en casa han sido mi prestación por desempleo, la de mi hermano y la pensión de mi madre. 

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